Disclaimer:
Los personajes y lugares extraídos de obras literarias, cinematográficas o televisivas pertenecen a sus respectivos creadores. No pretendemos obtener lucro o beneficio alguno a través de su utilización en nuestras historias y relatos.
Los personajes y lugares fruto de nuestra imaginación, en cambio, sí nos pertenecen.
Recupero de mis tiempos de forero, algo lejanos y ajados ya, un relato sobre Boromir y las conjuras de la Tierra Media anteriores al Concilio de Elrond. Espero que os guste:
Roja.
Palpitando aún en su espada.
Roja y viva.
Sangre de hombre.
Siempre resultaba mucho más fácil cuando se trataba de Orcos y era aquel sucio negro de acre olor quien teñía las armas del hijo del Senescal.
Tres hombres, Hijos de los Padres de los edain, habían muerto a sus manos pero la causa era elevada y el Manto de las 9 colas estaba en su poder por fín tras meses de rastreo y busqueda. Sin él ningun caudillo del bajo o alto Harad podría hacer que las tribus nomadas del Este, los Orientales del Rhûn combatiesen contra Gondor. Aquel harapiento manto de zorros plateados era una reliquia de la casta de los caudillos orientales descendientes de Balchotg el cruel y sin el cual ningun hombre, anciano o niño de aquellas tribus alzaría su mano contra nación alguna. Superstición.
Con ello habría ganado algunos meses de paz para su Reino y para la Ciudad Blanca de Minas Tirith. Pero ahora se había perdido. Dejo a su cabalgadura continuar sin él y desmontando se internó en un selvatico riachuelo al borde del camino con el anhelo de borra su rastro para los centenares de zapadores que ahora lo buscaban.
Tan pronto como se internó en el agua le invadió una sensación de extraña hostilidad. Como si cada planta, cada piedra, cada oculta criatura compartiesen un lenguaje secreto y se conjuraran para cortarle cada uno de los pasos que se aventuraba a dar. A cada instante que pasaba los parpados se hacían más y más pesados. Boromir empezó a temer ser victima de algún sortilegio o envenenamiento justo en el mismo momento que caía desplomado e incosnciente en medio del riachuelo.
-Mae Govannen Atani, Soy Idrial Celembrimbal, encargada para velar por tí en el Reino de Loth Lorien donde reina la Dama Galadriel.- quien así hablaba era una elfa de rubias y doradas trenzas cvuya ascendencia Noldor era indudable aún para quien como boromir nunca había conocido alguno de aquellos exiliados de Valinor.
-¿Qué ocurrió?¿Donde estoy? El manto...la gente del este...
-No te apures guerrero de Gondor e hijo de su senescal, estas con amigos y el Manto de las 9 Colas en lugar seguro, justo al pie de tu cama como tus armas y demás enseres. No somos ladrones. Como te he dicho eres huesped de la Dama Galadriel así como de su esposo Celeborn y nos encontramos en uno de los mallorns reservados a las Damas de Corte. Tu aspecto, Edain no era tranquilizador cuando decidiste traspasar nuestras fronteras. Sucio, sanguinolento y armado. Procedente de tierras que no habrían de acoger a un Elfo como es el Rhûn fuiste “asediado” por los poderes de uno de los tres anillos de poder confiados a los Eldar. Lorien esta vivo sufre, oye y se defiende. Si bien tu corazón aún es puro como prueba que estes aquí. De otro modo...El sueño hubiera sido eterno.
-La cintura de Melian...-murmuro febrilmente Boromir- Elfos que han contemplado las Tierras imperecederas y combatido con y contra Dioses... Leyendas... Sueños...pero mi Dulce señora eso es Ayer y en el Hoy mi pueblo llora una guerra que he de ganar. Huerfanos de Esperanza, mi pueblo sufre y se apaga.
-No creas que los Eldar mi pueblo es indolente a lo que sucede al resto de los seres de Arda no obstante y por orden expresa de mi Señora y Reina Galadriel no está contemplada aún tu partida Capitan de los Hombres. Dejame enseñarte la Tierra del sueño y para calor de tu alma diré que el tiempo en nuestro reino es angañoso y así como creas disfrutar una jornada entera no halalrás sino que tan solo unas horas pasaron para el resto de los pueblos en la Tierra Media. Sólo has de vaciar tu mente y dejar el reposo de tu corazón en nuestras manos. Si así nos confías, tu Paz y la de Gondor llegará.
Durante unos días sus dulces palabras unidas a la blanca y fascinante belleza de Idrial quien nunca dejaba solo a Boromir, así como la beatitud de aquella tierra tejida en sueños y que parecía escapar del hambre y las guerras que azotaban Arda, hicieron que el hijo del Senescal encontrase un hogar entre aquel pueblo. No obstante las pesadillas eran frecuentes. El arbol blanco retoño de Nimloth ardía. Su padre, su hermano...yacían muertos. No había Esperanza en sus sueños Hordas de orientales se unían a las ya infladas huestes de Sauron y masacraban a su pueblo. Les había fallado. Su desazón crecía y sus reiterados intentos de partida eran frustrados por las excusas más estravagantes e inusuales. Así le parecián al menos. Poco a poco la desconfianza hizo mella en él y escuchaba susurros conversaciones a medias( “Faramir” “Concilio” “Imladris” “El daño”) que no hicieron si no acrecentar su determinación de fugarse de Lorien apesar de haber sido atendido por la Dama Galadriel quien con inescrutables palabras le negó su regreso a Gondor.
Una mañana temprana mientras Boromir se aseaba desnudo en un pequeño lago al pie de Caras Galadhon, único momento en que Idrial acataba retirarse y dejaba en soledad al guerrero, algo extraordinario sucedió. Subitamente de una de las orillas un enorme pedrusco del tamaño de un hombre adulto salió disparado impulsado por una violenta explosión a la que enormes vapores blancos y azules siguieron dejando al descubierto una oscura caberna. En pocos segundos dos pequeñas figuras salián al trote de la recién creada ruta.
-Rapido, rapido-Gritaba uno de ellos
-Uno, dos, uno, dos- bufaba la segunda figura más baja y achaparrada que la anterior al tiempo que con un pico minero retiraba los escombros ocasionados por la explosión.
Ante sus atonitos ojos se presentaron dos enanos como Noegyth y Nibin. Morenos en su piel y sus descuidadas barbas tras presentarse confesaron a Boromir que habian sido testigos de su “cautiverio” por parte de los Elfos y no habían por menos que apidarse y fraguar un rescate.
-los Elfos nacieron siendo ladrones y así moriran como ladrones.-Escupió Noegyth
-A nosotros nos engañaron una vez en Menegroth, las Mil Cavernas no dejes que hagan los mismo contigo y siguenos. Sólo quieren que Gondor no esté en el Concilio. Quieren ser los únicos, quieren quedarselo. Pero si te quedas aquí nunca lo entenderás...-Explicaba Nibin.
Tras ver en su mente los ojos llorosos de Idrial al descubrir su huida Boromir se vistió y corrió tras los dos pequeños y malhumorados “libertadores”.
Ya en tierras cercanas al folde oeste Boromir se despedía de Nibin y Naugyth.
-Pequeños amigos. Gondor agradece vuestro leal servicio y mi padre el buen Senescal Denethor sabrá como recompensar vuestra valentía y honor.
-Los enanos no somos gente de pompa y de corte. No es necesario...-comenzó Nibin
-Aunque si hablases en serio guerrero de Gondor, ese hermoso y calido manto gris que portas desde Lorien sería un más que gran presente.-Complemento Naugyth.
Puesto que os debo mi libertad es lo justo y creo que sabré hacer entender a mi padre.
Tras depositar el manto en manos de los enanos, Boromir corrió colina abajo en busca de su patria y del sentido que faltaban a todas las conspiraciones que creyó adivinar entre los Eldar de Loth Lorien.
Al perderse en el horizonte el Capitan de Gondor los Enanos sonrieron en una cruel mueca.
-El Mago Blanco estará satisfecho...-Dijo entre risas Nibin
-Muy satisfecho diría yo amigo mío. -Contestó Naugyth
-Rhûn y Khand irán a la guerra bajo la bandera de Sauron.
Etiquetas: El Señor de los Anillos
Entrada más reciente Entrada antigua Inicio
0 críticas:
Publicar un comentario