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Disclaimer:

Los personajes y lugares extraídos de obras literarias, cinematográficas o televisivas pertenecen a sus respectivos creadores. No pretendemos obtener lucro o beneficio alguno a través de su utilización en nuestras historias y relatos.

Los personajes y lugares fruto de nuestra imaginación, en cambio, sí nos pertenecen.



Miró a su alrededor. Le pareció que algo se movía entre las sombras, al pie de las estrechas y empinadas escaleras de piedra. Se detuvo a escuchar en silencio y, tras unos instantes de atenta vigilancia, se convenció de que allí no había nadie.

Dio media vuelta y prosiguió con su andadura, subiendo un escalón tras otro sin perder un solo segundo, intentando recorrer en el menor tiempo posible el camino que aún se extendía ante sus pies. Quería llegar cuanto antes a aquella maldita habitación pero, con cada nuevo paso, el recorrido parecía ampliarse unos metros más, como por arte de algún diabólico hechizo, burlándose de su evidente angustia.

Sin pensarlo dos veces, aceleró la marcha, forzando sin piedad sus piernas temblorosas, ya de por sí fatigadas a causa de la larga ascensión. Necesitaba estar solo, aclarar sus pensamientos, encontrar un poco de paz para su alma atormentada. Y sólo en ese lugar que ahora se le antojaba tan lejano podía obtener las respuestas que su corazón ansiaba obtener.

El mundo que conocía, todo aquello que amaba y había intentado proteger con uñas y dientes, se estaba desmoronando ante sus propios ojos, sin que pudiera hacer nada por remediarlo. Había perdido tantas cosas que, en aquellos momentos, se sentía como una concha vacía, sin una mísera vida a la que aferrarse.

Primero, su esposa, la única capaz de ver más allá de su semblante serio y arisco, la que había compartido sueños y anhelos con él, había fallecido presa del miedo y la pena en plena juventud. Después, su primogénito, el orgullo de su casa, había muerto en una misión que él mismo había autorizado de mala gana, a cientos de kilómetros de su hogar, sin posibilidad de despedida alguna. Y ahora Faramir, su pequeño Faramir, al que amaba profundamente a pesar de sus diferencias, se consumía lentamente en uno de los niveles inferiores de la torre, dispuesto a dejar atrás el mundo de los vivos, tal y como ya habían hecho el resto de sus seres queridos.

No podía soportarlo un segundo más. Tenía que buscar una solución, algún remedio para tanto mal, y sabía que su mejor consejera, la única que le quedaba en aquellos momentos de desconcierto, descansaba silenciosa en esa estancia cerrada a cal y canto a la que por fin había conseguido llegar.

Con mano firme, abrió la puerta y se adentró sin dudar en la oscuridad del recinto. Se aproximó a una de las paredes de piedra blanca y prendió el candil que colgaba de ella. La súbita llama iluminó su rostro por unos instantes, arrojando espectaculares matices de rojo fuego sobre su piel marfileña, plagada de pequeñas gotas de sudor.

Caminó hacia el espacio central de la sala y tomó asiento ante el señorial escritorio de roble. Delante de él, un cofre de madera ricamente adornado descansaba sobre la mesa. Las yemas de sus dedos acariciaron la delicada superficie del baúl, deteniéndose brevemente en cada una de las diminutas gemas que decoraban su superficie con vívidos destellos.

Humedeciéndose los labios, sacó una llave que llevaba colgada al cuello y la introdujo en la cerradura de metal. Abrió el candado con un rápido movimiento de su mano y, extrayendo el contenido con sumo cuidado, como si pudiese romperse sólo con su tacto, lo colocó sobre el escritorio.

Tomó aire y retiró la tela de terciopelo negro que cubría el objeto. La oscura esfera de cristal resplandeció al fugaz contacto de las llamas, pero su luz se extinguió tan pronto como había surgido. Parecía envuelta por tinieblas infinitas, las mismas tinieblas que anegaban la mente del Senescal y le impedían ver más allá de su propio dolor.

Denethor escudriñó la opaca superficie, moviendo sus ojos con frenética desesperación, tratando de buscar en su aterradora oscuridad alguna pista, alguna idea, algo, por muy pequeño que fuera, que pudiera devolverle la ilusión.

Buscó y rebuscó y, cuando estaba a punto de darse por vencido, vio que una imagen empezaba a aparecer, primero distorsionada, luego con mayor nitidez. Barcos. Decenas de barcos navegando por el Anduin, avanzando a golpe de viento y remo, cada vez más próximos a su destino. La imagen desapareció para ser inmediatamente sustituida por otra. Orcos. Miles de orcos acantonados tras la Puerta Negra, pertrechados con todo tipo de armas, dispuestos a seguir asediando Minas Tirith hasta aniquilar todo rastro de vida.

Sintió que las lágrimas se le agolpaban en los ojos. Todo estaba perdido. Todo. No había opción alguna para la esperanza, ¿cómo tenerla después de lo que acababa de contemplar? La ciudad sucumbiría entre gritos y llantos, consumida por la sangre y las llamas, devorada por ese terror innombrable que habían intentado derrotar en vano. Se levantó bruscamente, tirando al suelo la silla sobre la que había permanecido sentado segundos antes.

Si eso era lo que el azar les deparaba, si la muerte era un enemigo al que no podrían vencer en aquella ocasión, no tenía sentido seguir eludiendo lo inevitable. Él mismo saldría a su encuentro. Nunca había sido un hombre cobarde y no pensaba empezar a serlo ante el final que los Valar habían confeccionado para él.

Cogió la piedra vidente y, apretándola contra su pecho, salió corriendo de la habitación, en dirección a las escaleras. No, nadie decidiría la suerte de Denethor. Había sido una marioneta en manos del destino durante demasiado tiempo. Ya era hora de empezar a manejar los hilos.

Esta vez, él tendría la última palabra.








6 críticas:

Está tan terriblemente bien narrado que a ratos tienes la sensación que describe una escena de alguna versión extendida inexistente que no logras recordar. Casi podía tocar a John Noble (DENETHOR en la trilogía) en mi cabeza. Triste pero muy humano llega un montón vas para arriba como escritora.

Gen mellin Gîl-Tari

17 de septiembre de 2008, 19:10  

que bien! Se nota que os gusta narrar historias fantasticas.
Y si juntamos la "gramola" mientras lees, ya te sumerges en un mundo que no puedes escapar.
Buenos dibujos, no sabia que tenias flick.
saludos!!!!!!!!

23 de septiembre de 2008, 13:58  

Anonadada me hayo...
He colocado un post en la casad e rohan sobre la figura de Denethor en la peli, porque no me gustó como trató PJ el personaje, y ahora me encuentro con esta escena del viejo y decadente senescal...
No soy nadie apra criticar esta narración es como si viera al personaje moverse, sentir, respirar.
Por cierto, la foto, es de Denethor con el palantir ¿verdad?

24 de septiembre de 2008, 16:29  

Por esta por las anteriores por las que vengan por todas tus piezas y pedacitos de Tierra Media que nos escribes negro sobre blanco en el PATIO DE LOS SENESCALES tienes tu premio.

28 de septiembre de 2008, 21:53  

Enhorabuena por la historia de denethor me ha gustado mucho y también por el premio a este blog.

Un saludo Andromaca.

29 de septiembre de 2008, 18:44  

me encanta el Señor de los Anillos, me encanta escribir... y viendo esta clase de cosas me entran ganas de pediros que me hagais una prueba para poder entrar en este lugar tan increiblemente maravilloso :O

3 de octubre de 2008, 14:18  

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